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Ayer a última hora de la mañana llegábamos al campo base del Everest tras nuestra particular singladura por las cotas altas de esta montaña. Exhaustos tras el esfuerzo de los dos días anteriores, la llegada a nuestro hogar al pie de la montaña supuso un momento mágico de confort y descanso.

El día anterior habíamos madrugado bastante para enfrentarnos a ese enemigo silencioso y peligroso que es la cascada de hielo. Es el primer obstáculo de la ruta, pero no está exento de importancia. Una enorme sucesión de bloques gigantes de hielo que se apilan desde el campo base hasta la planicie del campo 1 que se sitúa a 6.050 m de altura. Para progresar por este caos de hielo se utilizan escaleras de aluminio para atravesar los abismos más importantes y el recorrido es sinuoso, buscando inteligentemente las debilidades de este compacto muro de hielo. El peligro no es evidente, puesto que la perspectiva dentro de este laberinto desaparece, pero cientos de bloques inestables se aferran a un inestable equilibrio sobre nuestras cabezas, a pesar de que nosotros no seamos totalmente conscientes de ello. Este recorrido complejo y laborioso nos tomó cerca de 5 horas, habida cuenta del retraso significativo que se produce en los pasos más expuestos debido al gran número de personas que suben a la vez.

De cualquier manera, al llegar al campo 1, el sol hizo acto de presencia y el frío del amanecer de forma súbita se transformó en calor sofocante. Un largo camino, ya más plano y seguro, nos llevo hasta la morrena lateral donde se sitúa el campo 2, a 6.400 m de altura. Allí pasamos la noche, ocupados en fundir nieve para beber e ingerir una pequeña cantidad de alimento difícil de asimilar a esta cota y descansar lo suficiente como para emprender al día siguiente el camino de regreso al campo base. Ha sido una salida corta pero efectiva, en donde hemos dicho a nuestros organismos que se preparen para más altura, que esto no ha hecho ni empezar y que la siguiente salida será a más altura. Ahora, disfrutando de una buena comida y descanso, daremos paso a esos cambios en nuestro organismo que nos han de permitir vivir y ser eficaces a más altura cada vez. El proceso de aclimatación propiamente dicho ya ha comenzado.

Carlos Pauner


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